SAN PEDRO APOSTOL DE YUNQUERA DE HENARES

LA RESTAURACIÓN DE DON LUCIANO


Los Caídos, aunque no todos...

Si analizamos el desarrollo de la vida agrícola e industrial de Yunquera de Henares, desde los tiempos de la Concentración Parcelaria a nuestros días, bien podemos hablar del milagro de Yunquera. Esta expansión económica ha llegado a todos los estamentos de la vida del pueblo: Comercio, industria, hotelería, etc. También ha participado en este milagro, la iglesia parroquial de San Pedro, aunque de forma especialmente diferente. Su párroco, el Revdo. Padre D. Luciano, se ha ocupado con extremo esmero de procurar que todos sus feligreses del pueblo y de la diáspora, aporten sus diezmos para el engrandecimiento del templo. A esta restauración nos referimos en este breve trabajo. Pero antes, es preciso analizar las características de esta iglesia. Nada común a la inmensa mayoría de los templos de nuestra provincia, al menos, en aquellos no catalogados, o no declarados como monumento nacional o de interés artístico. Para mejor ilustrar todas estas observaciones, es necesario reclamar la atención sobre algunas fotografías tomadas para que sirvan de apoyo. La iglesia se construye bajo la advocación de San Pedro Apóstol, a comienzos del siglo XVI, durante los años comprendidos entre el 1520 y 1530, según datos encontrados por Fray Ramón Molina, monje benedictino nacido en Yunquera y muy estudioso del pueblo y sus orígenes. El estilo que impera en el templo es de un gótico avanzado y de un marcado renacimiento monumental por sus proporciones. La Torre es de una esbeltez singular; marcándose esta transición en unas proporciones nada comunes en los pueblos de la comarca. Su personalidad se distingue fácilmente, tanto si se llega por carretera, como si se viene en tren. Dispone de tres cuerpos coronados de una techumbre de pizarra negra restaurada de dudosa autenticidad original. Pero este detalle no le resta importancia a los adornos góticos que se acoplan en los chaflanes de las cuatro esquinas; matando las aristas de su planta cuadrada, que en su último cuerpo la hace casi octogonal. También dispone de cuatro ventanales de corte herreriano, los cuales dan cobijo a sendas campanas; formando un campanario donde se cierne una cúpula gótica de estilo muy depurado. Su escalera de caracol nos recuerda, por su semejanza, el acceso a cualquier torre catedralicia del más puro estilo gótico, tanto españolas como francesas. Situados en el interior de la parroquia, cuatro gigantescas columnas de orden dórico, sobre cuyos capiteles se adivinan un juego de arcadas, de cúpulas y bóvedas inacabadas. Un falso cielo raso de tarima encalada, configuran el techo de las tres naves; acabando éstas en tres capillas. La central alojando el altar mayor y el presbiterio, y dos laterales donde se veneran imágenes del Cristo y de la Purísima. El crucero está formado por una cúpula de escayola, soportada por cuatro evangelistas pintados sobre medallones ya conocidos en iglesias de arte renacentista. Al templo se accede por dos puertas platerescas que rubrican la época de la posible terminación del templo.

No obstante, analizando la historia de Yunquera estudiada por Fray Ramón, encontramos que la vida del pueblo se desenvuelve en épocas históricas precisas y en otras varadas en hipótesis, más o menos verosímiles. Esta pincelada de la historia de la villa de Yunquera nos permite prestar especial atención sobre algunos detalles del propio templo, en sus muros sobre todo. Visitando San Pedro en compañía de un periodista y estudioso del arte, observó estos muros y deducía fácilmente que podrían pertenecer a un vieja iglesia de construcción románica. La reconstrucción de las tapias de la nueva iglesia, está asentada con piedras de sillería y cantos rodados muy comunes en este margen del río Henares. Los huecos practicados a lo largo del bajo perímetro de la iglesia, incluyendo la torre, corresponden a ventanas de una arquitectura románica, más propias de los siglos XI y XII, que de los siglos XV y XVI. Estos últimos, expresión del gótico y del neoclásico. La torre de planta cuadrada, con sus grandes muros nos hacen recordar las iglesias-fortaleza, y sus ventanas de esas características podrían confirman la teoría de su origen románico. Después de esta breve exposición histórica, hablemos de la restauración de Don Luciano.

Esta restauración se ha realizado como otras muchas en todo el territorio nacional. A la buena de Dios, según la idea que tuviera el párroco de turno sobre el arte o la armonía; siendo dueño y señor de la utilización del bien recaudado en esta o en aquella reforma. Este patrimonio de todos parece no importar a las más altas instituciones de Bellas Artes del Estado. Porque esta iglesia es del pueblo, dicho de otro modo, de la Iglesia formada por el pueblo de Yunquera, en definitiva, de sus habitantes. El cura es un mero presidente con jurisdicción eclesiástica, pero no sobre el patrimonio de todos, con rasgos de poder absoluto.

Hagamos un recorrido sobre algunos aspectos de esta restauración, siempre se marcará en cursiva. La puerta de atrás, considerada como no principal, toma parte de una fachada, que por su armonía, bien merecería ser la más importante. De estilo neoclásico con columnas de piedra de una sola pieza, coronadas con capiteles jónicos soportando un triángulo que enmarca la imagen de Dios creador de mundo. Cada uno de los capiteles sirven de peana de sendas torres vigías. La ausencia de un criterio artístico y de armonía estética, ha llevado al restaurador, a instalar el cuarto de las calderas de la calefacción como continuación a un viejo cuarto trastero adosado a sus piedras, entre dos robustos arbotantes, que cobijan una ventana de marcado perfil gótico. La pincelada estética la marca la chimenea de la calefacción, trepando sobre el muro hasta el tejado del templo. Sin retirarnos de este lugar, nos encontramos en la ladera de una pequeña cuesta que da acceso a la iglesia, realzando la vista de su portada. Entre hierbas crecidas y secas la piqueta de los albañiles ha descubierto nada más y nada menos que un cementerio; en absoluto abandono sembrado de lápidas con epitafios en gótico; apiladas y tapadas por la maleza; dando lugar a un panorama desolador, cuyo aspecto nos reprime aquel sueño, que nos presentaba un jardín-museo que engalanaría esta fachada considerada como puerta de atrás. No es de extrañar encontrar lápidas y tumbas extramuros de iglesias y ermitas, y la villa de Yunquera no iba a ser una excepción. Cualquier cura que se preste de conocer y administrar una parroquia, por poco que investigue, encontrará documentación que acredite que anterior a la creación de los cementerios, se daba sepultura a los fieles en las proximidades de las iglesias; reservando el interior para dignidades eclesiásticas y de rango noble. Quizás en este caso hayamos perdido una oportunidad de recuperar una vetusta necrópolis iunquerense.

Si volvemos a la fachada principal, orientada hacia el medio día, encontramos una puerta plateresca con un nicho en su parte superior. Una estatua de piedra de San Pedro preside el acceso de los fieles de forma más habitual. A esta imagen de santo patrón, desde siempre, quizás desde la guerra, le ha faltado la cabeza. Pues bien, ahora desde hace algunos años, San Pedro luce una cabeza que desde luego no es de él, se ve que pertenece al mismo mal gusto que rubrica todo lo anterior. Sobre la restauración del interior del templo, suprimiendo casi toda la imaginería, es menos preocupante porque apenas tenían valor artístico. Y de igual forma los altares de un neobarroco de nulo valor. Los únicos afectados emotivamente por la supresión de los santos y las vírgenes, han sido unas feligresas pertenecientes a la familia del autor de este ensayo; llegando a enfrentamientos personales con el párroco. En la fachada principal se encuentra engalanada con un monumento a los Caídos por Dios y por España. Este monumento debería actualizarse en estilo, que perpetúe ese recuerdo; ampliando la lista de yunqueranos. Dentro de la iglesia y en el baptisterio, además de una enorme pila bautismal, hay un pozo cuyo brocal está horadado en una sola pieza; modelo que se repite en casa de algunos de los vecinos del pueblo. A este pozo no se le ha dado realce alguno en esta restauración.

Por fin, el lienzo atribuido según Fray Ramón a Matías Ximénez del siglo XVII, sin duda de influencia de la escuela de Tiziano, ha sido instalado en la cabecera de esta magnífica iglesia. Quizás el entorno del lienzo debería de haber sido consultado por algún perito especialista en retablos. El frontal del altar mayor ha quedado huérfano de estilo, de estética y de armonía.

Y hasta aquí este pequeño trabajo que nos demuestra cómo a espaldas de los responsables de velar por el patrimonio artístico de todos, se han hecho en todo el suelo nacional, una serie de reconstrucciones y restauraciones, que no corresponden al objetivo supremo de respetar el origen en el estilo y técnica de la obra considerada. No dudamos que estas obras han sido costeadas con todo el cariño por el pueblo, y llevado a cabo por los clérigos de turno, u otras personas con toda la buena voluntad, pero está claro que la buena voluntad no es suficiente para restaurar o conservar una obra de arte. Estas líneas se dirigen al pueblo llano de Yunquera, y a las autoridades que de alguna manera, tanto unos como otros, se sienten orgullosos del legado de sus antepasados. Sobre todo van dirigidas a las autoridades que más directamente son responsables de este patrimonio, porque debe ser corregido con urgencia todo aquello que se encuentra claramente colocado en el camino de su adulteración y en el claro deterioro de su personalidad. Las autoridades que situadas en Guadalajara, están cerca de esta problemática, deben de hacerse eco de esta inquietud. Queremos que el desarrollo llegue también en su versión cultural a esta villa, volviendo a su personalidad primitiva, el templo que tanto queremos todos los que de una forma u otra nos sentimos ligados a esta villa.


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Breve ensayo y reportaje fotográfico inéditos, realizados en la década de los sesenta. Tiempo de dictadura.
Por Pedro Taracena Gil