LA ROMANIZACIÓN EN YUNQUERA





28 junio de 2013

Más que una conferencia ha sido una auténtica lección magistral,  impartida por dos arqueólogos, Emilio Gamo Pazos y Jorge Morín De Pablos. La primera parte se centró en ubicar a Iuncaria en la Roma del siglo II al IV de nuestra era, la llevó a cabo Gamo. La segunda parte se llenó de contenido con las explicaciones exhaustivas de De Pablos sobre los vestigios hallados en el lugar conocido como Las Zorreras, de unas ruinas romanas sobre todo la excavación de una necrópolis de valiosa importancia arqueológica, por su elevado número de tumbas y el material encontrado para datar la época.




Mi valoración personal sobre la muy bien ilustrada información, no pudo como es habitual en mí, alejarme de la niñez vivida hasta los 14 años en esta villa de Yunquera. Cuando el científico mencionó la herencia que los romanos nos habían dejado, sobre todo en la cerámica, en la construcción y en la agricultura, constaté que era verdad, y que había llegado este legado hasta los años cincuenta. Referente a los materiales empleados en la construcción de edificios, personalmente, viví la experiencia de haber fabricado adobes con barro y paja, amasados con los pies y secados al sol. Los cimientos hundidos en el suelo buscando el terreno más firme, se hacían de piedra, cantos rodados abundantes en la cuenca del río Henares. Sobre los cimientos antes construidos con argamasa cal y arena, ahora se utilizaba cemento y arena. Los tapiales se levantaban con cuarterones de tierra humedecida y prensada, soportado y encofrado en una estructura de adobes, ladrillos o rasillas. Constatando que en esta época había en Yunquera dos tejares fabricantes de material de construcción y un artesano que hacía mosaicos para asolar las casas.
El trigo tanto en secano como en regadío, era junto con la cebada, los cereales más recolectados. Había en la localidad un molino de trigo para obtener la harina de uso doméstico y de cebada para sacar el salvado para las caballerías. Para el cultivo de la vid y la obtención del vino las casas de labor estaban preparadas horadando múltiples y prolongadas cuevas en la profundad del légamo, soportado por pilares de ladrillo, piedra, cal y arena; formado nichos para ubicar las tinajas. En algunos cocederos se disponía de tinajas de altura descomunal, utilizando para su acceso andamios y escaleras de madera. El cultivo de la vid en Yunquera, a juzgar por la abundancia y tamaño de las bodegas y tinajas, fue muy importante aunque su elaboración no correspondía a una técnica enológica.  Su elaboración se mantenía como tradición familiar. Mi padre y mis tíos sabían de podar, de injertar, de uvas raquíticas que quizás denominaban endrinas de forma impropia. Pero sabían que esa cepa debía de sufrir un  injerto para que comenzara a crecer con pámpanos robustos y apretados racimos de uvas. También luchaban contra la temida filoxera.  Es de lamentar que si se hubiera conservado el patrimonio del subsuelo dedicado a la elaboración y conservación del vino, hoy no hubiera sido necesario evocar la presencia de los romanos de antaño por unos hallazgos arqueológicos. En el cultivo del olivo, en Yunquera como no podía ser de otro modo, se mantuvo la tradición mediterránea. Una cooperativa provincial era la encargada de recibir el fruto medido en kilos y devolverlo en aceite compensado en litros, aunque localmente se entendían mejor hablando de arrobas, aproximadamente 11.50 kilos por arroba.




Al final de la intervención de los arqueólogos se entabló un coloquio con los asistentes al acto, muy interesados por la romanización en Yunquera. El Archivero del Ayuntamiento evocó el hallazgo de una orza de monedas, sacadas a la superficie por la vertedera de un labrador, sacando a la luz un tesoro, aletargado después de siglos en el seno de aquellas tierras del Campillo. La intervención del archivero me hizo anclarme más aún en mi niñez y pude recordar aquellos hechos con total nitidez. Efectivamente al comienzo de los años cincuenta un labrador lo encontró y la ignorancia y la despreocupación de los responsables de la época consiguieron que las monedas, lejos de nutrir el patrimonio arqueológico de Guadalajara, acabaran en Madrid. Y el labrador, ni agradecido ni pagado…
Es verdad que a partir de esos días aquellas tierras del Campillo, se les denominó como El Tesoro. Yo mismo siendo niño he acompañado a mi padre y mis tíos en los trabajos agrícolas, en unas parcelas de la familia ubicadas en la zona donde se encontró el célebre hallazgo. El coloquio concluyó reivindicando para un futuro  un mueso arqueológico propio para la villa de Yunquera, disputado hoy con la capital de la provincia. Yo sin embargo reclamo desde mi memoria infantil, una muestra etnológica que recupere las huellas, muchas de ellas borradas, del pasado agrícola, ganadero, artesano y pastoril de la vieja Iuncaria.
Pedro Taracena





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