ES MI DESEO RENDIR UN HOMENAJE A;
MI BISABUELO ISIDORO
MI ABUELO PEDRO
Y A MI PADRE LUIS
LA CASA DEL ALTILLO …
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La casa que creció de arcilla cocida
desde la zapata a última teja
suele pernoctar intacta en la conciencia.
Siempre despierta, testimonial, tricentenaria
Como un testigo mudo de larga data
de la ciudad que me parió de sus entrañas
Vive en el corazón del peregrino
intacta por años luz, sin fisuras, metamorfosis
huracanes ni exilios.
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Mantiene calor y su evangelio
como antiguo relicario u holograma futurista
en cada latitud, paisaje, circunstancia.
Sirve de manta, caparazón o baúl al ser
en cada circunstancia o temporada.
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Guarda la memoria tarde fresca
libidinosa, adolescente
cuando un cuerpo intruso
semejante a ectoplasma
insinuó libre de vestiduras ciertos placeres.
Paseando humanidad de trazos agudos, espuela y comezón
yesca sedienta de pedernal por casa sola.
¿Quizás fiebre hormonal escribió pieza, desdoblando personajes
y representación?
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Lo perseguí
por peldaños donde crujía
madera noble y centenaria
hasta el altillo que mira hacia las torres.
Me introduje con pasos de felino
entre sus paredes olorosas a cal y tiempo
bajo sucesión de puntales abovedados
vestidos de sombras y telarañas.
Como una especie de Alicia
que desciende virgen y en brama
hacia las cavernas del deseo.
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La figura andrógina
desnuda, vital, sutil aunque sin barreras
condujo viaje a las simientes.
Para enclaustrarse por fin
en la dimensión donde baten libres las alas.
Recinto atemporal, cuya magnitud
no esfuma y visita recurrente
como en una cinta antigua
que amuebla los sueños menos ajenos
siempre antes que amanezca.
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© Eduardo Vladímir Fernández Fernández
(en clave de erotismo recurrente)
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